".....Debería surgir alguien, y cuanto antes mejor, que comience a advertir a la población de las serias consecuencias del agotamiento y a proponer soluciones de “contracción” de nuestro modo de vida y de “convergencia” con los más pobres. Se acabaron los abrazos del oso para vender mundos mejores a los pobres, mientras nos quedábamos con sus carteras y crecíamos realmente nosotros a costa suya. Se acabó el sueño de que el resto del mundo pueda emular alguna vez nuestro modo de vida occidental. Se acabó este modo de vida como deseable, por mucho confort que proporcione, porque está acabando con los recursos del planeta y con el planeta mismo. Hay que converger a niveles de vida, como mucho, de entre 1.000 y 2.000 vatios, como mínimo per capita y en promedio, de los 5.500 vatios que ahora consume cada español si se lo considera cómo una máquina permanentemente enchufada a las fuentes de energía. Eso significa reducir por lo menos cinco veces nuestro nivel de consumo. Se puede vivir con dignidad en ese nivel, como han demostrado ya los cubanos, empujados por una crisis indeseable que les hizo caer el 50% de su nivel en apenas un año, con la desaparición de la Unión Soviética, de la que tanto dependían. Pero requiere un esfuerzo ímprobo, que difícilmente podrán asumir los ciudadanos si no son conscientes del problema. Y deben ser todos los países del mundo, a empezar por los más poderosos y consumistas.
Eso es tan enormemente difícil como inevitable. Supone un giro copernicano de nuestras relaciones sociales y de nuestra forma de entender el mundo, una transformación extremadamente dolorosa y sin parangón en la historia, pues no hay sustitutos al petróleo, ni con las fuentes de energía alternativa, tan publicitadas.
No creemos que se puedan sustituir los cerca de 7 mil millones de toneladas de fósiles que están en riesgo de agotarse (y, por otro lado, de terminar de envenenar y reventar al planeta por calor) con generadores eólicos o solares y el hidrógeno no es una fuente de energía, sino más bien un sumidero o en el mejor de los casos un vector o medio de transporte de la misma y exige una fuente externa de energía de otro tipo, siempre mayor que la que se obtiene de quemar ese hidrógeno o de convertirlo en electricidad.
O hacemos los drásticos cambios que son exigibles de forma voluntaria y comenzamos a dar ejemplo, sobre todo a Occidente, esto es, al peligro blanco (no tanto amarillo) de una bajada muy importante del consumismo desaforado, o la solución será la clásica: la de eliminar población a base de embarcarla en las guerras por los recursos y de reclutar carnes de cañón que no saben exactamente adonde van a pegar tiros y que van a sitios lejanos, convencidas por dirigentes sin escrúpulos, partidarios de aplicarles a sus conciudadanos (algunos incluso dirán que por su propio bien) la política del champiñón: mantenerlos en la más absoluta oscuridad informativa y periódicamente echarles un balde de mierda, para que se alimenten y crezcan y para alcanzar lo que consideran son los objetivos patrios más importantes: el acopio de lo que se pueda, incluso si es ajeno, en un mundo de recursos petroleros muy menguantes.
En la Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos (AEREN), pensamos que informar de estos acontecimientos es vital para la ciudadanía y para intentar que las soluciones, aunque amargas, vengan por la vía del entendimiento del problema, la vía pacífica y la convivencia entre los pueblos y una probada capacidad de sacrificio de los que más tienen, por aproximarse a niveles de vida verdaderamente sostenibles, más allá de las soluciones paliativas de los recursos renovables. Los que van a sufrir saludan a sus césares, pero les piden que les hablen claro y fuerte. Más claro y más fuerte."
(Pedro Prieto (Vicepresidente de la Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos (AEREN)), Energía, algo más que una crisis de oferta, Junio de 2005 http://www.crisisenergetica.org/staticpages/index.php?page=20050607174256423)
Eso es tan enormemente difícil como inevitable. Supone un giro copernicano de nuestras relaciones sociales y de nuestra forma de entender el mundo, una transformación extremadamente dolorosa y sin parangón en la historia, pues no hay sustitutos al petróleo, ni con las fuentes de energía alternativa, tan publicitadas.
No creemos que se puedan sustituir los cerca de 7 mil millones de toneladas de fósiles que están en riesgo de agotarse (y, por otro lado, de terminar de envenenar y reventar al planeta por calor) con generadores eólicos o solares y el hidrógeno no es una fuente de energía, sino más bien un sumidero o en el mejor de los casos un vector o medio de transporte de la misma y exige una fuente externa de energía de otro tipo, siempre mayor que la que se obtiene de quemar ese hidrógeno o de convertirlo en electricidad.
O hacemos los drásticos cambios que son exigibles de forma voluntaria y comenzamos a dar ejemplo, sobre todo a Occidente, esto es, al peligro blanco (no tanto amarillo) de una bajada muy importante del consumismo desaforado, o la solución será la clásica: la de eliminar población a base de embarcarla en las guerras por los recursos y de reclutar carnes de cañón que no saben exactamente adonde van a pegar tiros y que van a sitios lejanos, convencidas por dirigentes sin escrúpulos, partidarios de aplicarles a sus conciudadanos (algunos incluso dirán que por su propio bien) la política del champiñón: mantenerlos en la más absoluta oscuridad informativa y periódicamente echarles un balde de mierda, para que se alimenten y crezcan y para alcanzar lo que consideran son los objetivos patrios más importantes: el acopio de lo que se pueda, incluso si es ajeno, en un mundo de recursos petroleros muy menguantes.
En la Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos (AEREN), pensamos que informar de estos acontecimientos es vital para la ciudadanía y para intentar que las soluciones, aunque amargas, vengan por la vía del entendimiento del problema, la vía pacífica y la convivencia entre los pueblos y una probada capacidad de sacrificio de los que más tienen, por aproximarse a niveles de vida verdaderamente sostenibles, más allá de las soluciones paliativas de los recursos renovables. Los que van a sufrir saludan a sus césares, pero les piden que les hablen claro y fuerte. Más claro y más fuerte."
(Pedro Prieto (Vicepresidente de la Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos (AEREN)), Energía, algo más que una crisis de oferta, Junio de 2005 http://www.crisisenergetica.org/staticpages/index.php?page=20050607174256423)
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