viernes, 14 de septiembre de 2007

Fundación ALAS

Ayer estuve cenando con unos argentinos que he conocido a través de otros amigos. Están trabajando en Panamá temporalmente para la fundación ALAS (América Latina Solidaria ) que es una fundación para ayudar a los niños de latinoamérica. La fundación está compuesta por un sinfín de caras famosas implicadas en distintos ámbitos de la sociedad; cantantes como Shakira o Alejandro Sanz escritores como García Marquez, políticos como Michavila, Felipe Gonzalez, y diversos grupos de empresarios...
La intención es organizar una serie de conciertos masivos que ayuden a recaudar fondos para mejorar las condiciones de nutrición, salud y educación de los niños latinoamericanos. Acciones así son el resultado de una ayuda que no llega de los países desarrollados a los países pobres, los créditos otorgados por Banco Mundial, Banco Interamericano etc... ayudan al desarrollo de los países e incrementan de manera desmesurada su endeudamiento. Yo te doy, te ofrezco una sóla y única forma de progreso a la que yo llamo "desarrollo" y tú la aceptas porque no te queda otro remedio a cambio de que luego tú me lo devuelvas con intereses. Este sistema empuja a que surjan de vez en cuando inciativas como estas en las que por lo menos se pretende dar sin pedir nada a cambio. La política no nos traslada el problema real de esta sociedad, sólo las personas lo transmiten. El sistema no nos deja hablar, hay que salir de él para hacerse escuchar.
Con todo esto, todos sabemos que la ayuda a los países pobres no moviliza masas, a veces ni tan sólo la buena voluntad de una serie de famosos consigue los fines esperados. Eso me decían los organizadores ayer, el último Live 8 no tuvo el éxito esperado y ellos temen que eso se vuelva a repetir. Me imagino que el éxito se garantiza con una buena campaña publicitaria, precios de entrada razonables y calidad musical. Consciente de que en el mejor de los casos el impacto de esta recaudación será mínimo comparado con lo que se podría hacer desde los sectores políticos y económicos, soy partidaria de que se creen inciativas como estas, al menos sirven para que algunos se paren a pensar qué es lo que no se está haciendo para que se acabe recurriendo a esto.

lunes, 10 de septiembre de 2007

"Cuando la política ya no emociona"

Es evidente que cuando la política es sólo pasión y emoción, la probabilidad de que la tensión social aparezca y el invento de la convivencia democrática quede hecho añicos es muy elevada. Pero pretender, consciente o inconscientemente, que la política esté despojada de pasión y de emoción es poner las bases para un proceso de liquidación social de la política.

En Cataluña empezamos a correr un riesgo en esas coordenadas. Por una parte, los partidos políticos y las instituciones han dejado de generar cualquier tipo de emoción o de pasión. Si hacemos caso de los estudios de sociología política y analizamos la evolución de algunos datos en los últimos años, nos sorprenderemos al observar que los ciudadanos no quieren dejarse seducir por la política al uso, que se apartan de ella y que la culpabilizan de demasiadas cosas, actitudes todas ellas que recuerdan con preocupación algunas de éstas que el franquismo inculcó día sí, día también y que llegaron a crear un cuerpo sólido en las bases de la cultura política española y catalana. No se sabe si como reacción o como causa de lo descrito anteriormente, hay una práctica muy fuerte en nuestros dirigentes actuales -los del Gobierno y también los de la oposición- de centrarse en la simple y llana administración de los servicios públicos. Podríamos discutir si esa praxis se debe a un acto de voluntad o a una incapacidad para desarrollar esa política emotiva, con capacidad de emocionarse y emocionar, a la que antes me refería.
Cualquiera podrá decirme que el objetivo de centrarse en la administración de los servicios es por sí mismo encomiable e incluso suficiente. Que finalmente esto es lo que los ciudadanos esperamos de nuestros políticos. Comparto la idea de lo necesario de tener y alcanzar el objetivo de ofrecer unos servicios que funcionen -cosa por cierto no siempre satisfecha-, pero en ningún caso este factor puede ser considerado suficiente para nuestros políticos. Necesario, sí. Suficiente, en ningún caso.

Nunca deberíamos permitir que la gestión sustituya y desplace la política. La gestión -si se me permite una comparación quizá demasiado fácil- es a la política lo que la mayonesa es al all i oli. Hay muchos componentes idénticos entre ellos, pero hay algo que los diferencia. En el caso que nos ocupa, la pasión, la capacidad de emocionarse y de hacer emocionar, la fuerza para proyectar el presente hacia el futuro con voluntad de transformación, son ingredientes de y para la política. No son pocos los que reniegan o simplemente desvalorizan la capacidad de emocionarse y de generar emoción a la ciudadanía a través de la política. Son muchos los que no ven necesario que nuestros políticos tengan esa habilidad, ese convencimiento que probablemente emana del interior y que es muy difícil de adquirir externamente. A esos habría que preguntarles cuál es el valor de la política si la despojamos de esa parte emotiva, emocional, que va ligada consustancialmente a las ideas de transformación y a la ideología.
Hace ya unas cuantas décadas que el politólogo norteamericano Lipset y también su compatriota y sociólogo Daniel Bell, en sus respectivas obras El hombre político y El fin de las ideologías, anunciaron que éstas habían perdido la razón de ser. Sin negar que hoy las ideologías desempeñan un papel social y político muy distinto al que desarrollaron hasta la mitad del siglo XX, y que en cualquier caso la incompatibilidad entre ellas es menor, cuando no inexistente, no puede llevarnos a creer que se puede tener un proyecto político para un país sin ideas ni ideología que lo enmarquen. Y de la misma manera es difícil pensar qué ideología, qué idea fuerza, se puede generar exitosamente sin capacidad de emocionar.
Cuando hablamos de emoción pensando en clave política, podríamos alargar la reflexión hasta interrogarnos hasta qué punto la épica debe tener también un papel en la política. Hablar de épica política no nos debe llevar necesariamente a pensar en un Braveheart autóctono. La épica también se encuentra en esas situaciones en las que uno apuesta con convicción en horizontes que tienen un poco de utópicos, un grado de dificultad no menospreciable para ser alcanzados y una convicción personal que se convierte a menudo en fuente de alimentación que de alguna manera a través del trayecto para alcanzar el objetivo se está haciendo historia, trascendiendo el presente. Y no sólo hay épica en los proyectos revolucionarios o nacionalistas. En cualquier proyecto político sectorial (educación, sanidad, medioambiente, infraestructuras...) puede haber dosis de épica.
Es difícil saber qué es la política y para qué sirve sin estos componentes emotivos. Quizá alguien los catalogará de premodernos, incluso de románticos. Yo los reivindico como imprescindibles para cualquier sociedad democrática de hoy y de mañana. Por eso, mi preocupación crece cuando observo la política catalana y pongo rostros y apellidos a los protagonistas y me pregunto cuál de ellos debe sentir que está viviendo un momento histórico. ¿Cuántos de ellos deben sentir emoción al pensar en su proyecto político? ¿Cuántos de ellos tienen la capacidad para emocionar ya no digo a la sociedad, sino simplemente a los suyos, a su electorado más fiel, a sus compañeros de partido? La respuesta no deja indiferente.

La gestión y el tacticismo más descarnado -en el interior del partido y en el ámbito político general- esconde un vacío de comunicación de ideas y una ausencia de debate. Y en esa intersección que tiene más de agujero negro que de cruce de caminos, es donde tiende a ubicarse la politica actual. Ustedes que pueden, hagan algo, por favor.
Jordi Sánchez, Cuando la Política ya no emociona, El Pais 10/9/2207, http://www.elpais.com/articulo/cataluna/politica/emociona/elpepuespcat/20070910elpcat_7/Tes

jueves, 6 de septiembre de 2007

Crisis energética

".....Debería surgir alguien, y cuanto antes mejor, que comience a advertir a la población de las serias consecuencias del agotamiento y a proponer soluciones de “contracción” de nuestro modo de vida y de “convergencia” con los más pobres. Se acabaron los abrazos del oso para vender mundos mejores a los pobres, mientras nos quedábamos con sus carteras y crecíamos realmente nosotros a costa suya. Se acabó el sueño de que el resto del mundo pueda emular alguna vez nuestro modo de vida occidental. Se acabó este modo de vida como deseable, por mucho confort que proporcione, porque está acabando con los recursos del planeta y con el planeta mismo. Hay que converger a niveles de vida, como mucho, de entre 1.000 y 2.000 vatios, como mínimo per capita y en promedio, de los 5.500 vatios que ahora consume cada español si se lo considera cómo una máquina permanentemente enchufada a las fuentes de energía. Eso significa reducir por lo menos cinco veces nuestro nivel de consumo. Se puede vivir con dignidad en ese nivel, como han demostrado ya los cubanos, empujados por una crisis indeseable que les hizo caer el 50% de su nivel en apenas un año, con la desaparición de la Unión Soviética, de la que tanto dependían. Pero requiere un esfuerzo ímprobo, que difícilmente podrán asumir los ciudadanos si no son conscientes del problema. Y deben ser todos los países del mundo, a empezar por los más poderosos y consumistas.

Eso es tan enormemente difícil como inevitable. Supone un giro copernicano de nuestras relaciones sociales y de nuestra forma de entender el mundo, una transformación extremadamente dolorosa y sin parangón en la historia, pues no hay sustitutos al petróleo, ni con las fuentes de energía alternativa, tan publicitadas.

No creemos que se puedan sustituir los cerca de 7 mil millones de toneladas de fósiles que están en riesgo de agotarse (y, por otro lado, de terminar de envenenar y reventar al planeta por calor) con generadores eólicos o solares y el hidrógeno no es una fuente de energía, sino más bien un sumidero o en el mejor de los casos un vector o medio de transporte de la misma y exige una fuente externa de energía de otro tipo, siempre mayor que la que se obtiene de quemar ese hidrógeno o de convertirlo en electricidad.

O hacemos los drásticos cambios que son exigibles de forma voluntaria y comenzamos a dar ejemplo, sobre todo a Occidente, esto es, al peligro blanco (no tanto amarillo) de una bajada muy importante del consumismo desaforado, o la solución será la clásica: la de eliminar población a base de embarcarla en las guerras por los recursos y de reclutar carnes de cañón que no saben exactamente adonde van a pegar tiros y que van a sitios lejanos, convencidas por dirigentes sin escrúpulos, partidarios de aplicarles a sus conciudadanos (algunos incluso dirán que por su propio bien) la política del champiñón: mantenerlos en la más absoluta oscuridad informativa y periódicamente echarles un balde de mierda, para que se alimenten y crezcan y para alcanzar lo que consideran son los objetivos patrios más importantes: el acopio de lo que se pueda, incluso si es ajeno, en un mundo de recursos petroleros muy menguantes.

En la Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos (AEREN), pensamos que informar de estos acontecimientos es vital para la ciudadanía y para intentar que las soluciones, aunque amargas, vengan por la vía del entendimiento del problema, la vía pacífica y la convivencia entre los pueblos y una probada capacidad de sacrificio de los que más tienen, por aproximarse a niveles de vida verdaderamente sostenibles, más allá de las soluciones paliativas de los recursos renovables. Los que van a sufrir saludan a sus césares, pero les piden que les hablen claro y fuerte. Más claro y más fuerte."

(Pedro Prieto (Vicepresidente de la Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos (AEREN)), Energía, algo más que una crisis de oferta, Junio de 2005 http://www.crisisenergetica.org/staticpages/index.php?page=20050607174256423)

martes, 4 de septiembre de 2007

Invisibles

Al leer el periódico de hoy, me ha llamado especialmente la atención la noticia sobre el rumano que se ha auto quemado para reclamar una ayuda que no llega y que lleva pidiendo desesperadamente durante mucho tiempo a las autoridades públicas y a la sociedad en general.
No es el impacto de las imágenes lo que me ha impresionado( que es lo que ha hecho que salga en portada), sino la desesperación de un hombre que pide ayuda ante tanta indiferencia social. Se trata de un Invisible más, víctima del sabotaje despiadado de las mafias que hacen negocio con los más vulnerables, gente pobre y desesperada que viene a España con una sola intención que no es otra que trabajar. Este hombre sólo quiere volver a su país, salvar a su familia de la miseria y de la delincuencia callejera a la que están expuestos muchos inmigrantes que no tienen otra opción que acudir a ella para sobrevivir.
Invisibles, esas personas que estan al alcanze de nuestros ojos pero que nos resistimos a ver, esa es la palabra que utilizaron Fernando León, Javier Bardem y Isabel Coixet entre otros con el apoyo de Médicos sin Fonteras para narrar la historia de otros tantos Invisibles en un documental que recomiendo fervientemente ver. "No es que no nos vean, es que no quieren vernos."