viernes, 5 de octubre de 2007

Adioses Paganos

En esta vida ciega de muerte, muda de riesgo y sorda de palabras inconvenientes, nuestro pasado hace mutis por el foro mientras babeamos idiotizados por sus majestades los Rayos Catódicos, Plasma y LCD.
En esta economía de la insatisfacción, nos quejamos de lo poco que tenemos y lo muchísimo que desearíamos tener, pero rara vez contamos a partir de lo que hemos tenido y dejado atrás. Algo falla cuando siempre queremos más, y nunca de lo mismo. Algo yerra cuando nos vamos despidiendo de todo y de todos, quizá sin darnos cuenta de que hoy somos lo que somos porque algún día tuvimos lo que tuvimos.
Una educación, unos padres, una novia, un segundo de felicidad. Todo eso que estuvo y ya no está, pero que de algún modo sigue ahí. Todo aquello que hoy pesa sobre nuestra piel de gallinas cada vez que se disfraza de recuerdo y se tiñe de color basta.
Aún así, o quizás por eso mismo, yo cada vez creo más en las despedidas, los hasta luego, los nunca más. Y cuanto más dolorosos e intensos, mejor. Porque nos acercan a lo que en algún momento ha sido real, porque nos empapan de algunas gotas de lucidez. Porque nos han hecho ser, crecer, reír, llorar y creer -sobre todo creer- en algo que ni salió ni saldrá jamás en las noticias. Y de esas cosas, las que no salen por la tele, están hechas las vidas de todos los días.
Vamos, que crecer es aprender a despedirse.
El resto, como explicaron Beigbeder, Baudrillard o Debord mucho mejor que yo, es sólo vivir esa gran mentira que nos han vendido con el nombre mágico de futuro, mientras nos roban, extorsionan, alquilan, comercian, trafican y explotan nuestro presente.
Si te fijas, el gran tabú ya no es el sexo, que se consume en abierto, en gerundio y es imposible de ahorrar, sino la enfermedad y la muerte, que se pueden prorratear, ingresar, ocultar y delegar en manos de "seguros", no vaya a ser que si las vemos tan de cerca como realmente están, nos planteen incómodas e inconvenientes preguntas sobre qué estamos haciendo con nuestro ahora.
Interesa que pensemos en futuro, que es donde habitan todos los miedos, porque los pánicos del mañana son gasto para hoy. Interesa que gastemos dinero antes que tiempo, porque aún no existen los sueldos en minutos de vida (todo llega). E interesa, sobre todo, doparse de expectativas.
La expectativa de encontrar pareja ideal en sólo hora y media de película, la de dar con el trabajo de tu vida cada jueves en tu kiosco, la de alcanzar tu destino por 20 euros ida y vuelta, la de aprender inglés sin ningún esfuerzo, la de hacer feliz a tu familia en 36 cómodos plazos, la de dejar de fumar sin apenas quererlo, la de lucir un tipito como ése por 29'90.
Expectativas inoculadas a través de la aguja hipodérmica del "nuevo", disueltas en el suero de un "no lo piense más". Como si lo hubiésemos pensado en algún momento, como si nos lo hubiesen dejado pensar.
El resultado, ahí está cada primero de mes, millones de fábricas individuales de obsolescencia con sus monederos llenos de nada, dispuestos a dar crédito a otro remedio, otra vida, otro más allá.
Sólo hasta agotar la existencia. Sólo hasta fin de mes.

Risto Mejide, ADN, 05 de Octubre de 2007, http://www.adn.es/blog/risto_mejide/impresa/cultura/20071005/POS-0004-opinion-Risto.html

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