Panamá ha hecho reecontrarme con aquel tipo de personaje al que yo personalmente califico como “el desarraigado”. El desarraigado es una figura, que aunque no jurídica, es reconocida mundialmente y a la que yo personalmente me suelo encontrar más cuando viajo al extranjero. Obviamente, exiten muchos tipos de desarraigados, pero todos comparten una característica común....Occidentales que quieren viajar, conocer nuevos lugares, nueva gente, vivir nuevas experiencias, nuevas sensaciones y que por encima de todo, aborrecen la idea de volver a su país de orígen. La vuelta a casa significa para muchos lo más temido... estabilidad, rutina, misma gente, misma oficina, una vida que ya han vivido y que al fin y al cabo, no les ha llenado.
Como he mencionado, siempre son muchos los factores que llevan a uno a convertirse en un desarraigado. La primera razón que viene a la cabeza de todos es que son gente que seguramente no tiene un ligamen familiar fuerte y que por tanto, no les resulta tan difícil alejarse de él. Puede que también sea gente a la que muchos consideran “que tiene un problema” ya que se pasa la vida huyendo de sus propios miedos o buscando respuestas a sus propios problemas que no encuentran en ningún lugar. Puede que también sea gente que considera que su vida, el pequeño mundo en el que ha nacido y se ha criado resulta demasiado simple, resulta incongruente con el resto del mundo y que por eso, deja de tener sentido....Esa sensación la tiene ya desde pequeño, cuando aún no se ha movido de casa... la televisión, el periódico o la educación recibida se la transmite y ésta se incrementa a medida que crece, viaja y conoce diferentes realidades. Luego....se le hace insostenible la idea de volver a la rutina anterior, que no deja de desconcertarle.
Aunque yo comparta las ganas de viajar y conocer del desarraigado, siempre se me ha hecho más dificícil entender como éste no es capaz de compajinar sus viajes y aventuras con una vida estable, ordenada en su país de orígen. Sin embargo, mi viaje a Panamá junto a mi última escapada por motivos de trabajo a una pobre ciudad de Honduras llamada Tegucigalpa, me ha acercado más a entender a aquellos “desarraigados” que no quieren volver a casa, porque no quieren enfrentarse a una realidad que ha acabado siendo para ellos, irreal.
Como he mencionado, siempre son muchos los factores que llevan a uno a convertirse en un desarraigado. La primera razón que viene a la cabeza de todos es que son gente que seguramente no tiene un ligamen familiar fuerte y que por tanto, no les resulta tan difícil alejarse de él. Puede que también sea gente a la que muchos consideran “que tiene un problema” ya que se pasa la vida huyendo de sus propios miedos o buscando respuestas a sus propios problemas que no encuentran en ningún lugar. Puede que también sea gente que considera que su vida, el pequeño mundo en el que ha nacido y se ha criado resulta demasiado simple, resulta incongruente con el resto del mundo y que por eso, deja de tener sentido....Esa sensación la tiene ya desde pequeño, cuando aún no se ha movido de casa... la televisión, el periódico o la educación recibida se la transmite y ésta se incrementa a medida que crece, viaja y conoce diferentes realidades. Luego....se le hace insostenible la idea de volver a la rutina anterior, que no deja de desconcertarle.
Aunque yo comparta las ganas de viajar y conocer del desarraigado, siempre se me ha hecho más dificícil entender como éste no es capaz de compajinar sus viajes y aventuras con una vida estable, ordenada en su país de orígen. Sin embargo, mi viaje a Panamá junto a mi última escapada por motivos de trabajo a una pobre ciudad de Honduras llamada Tegucigalpa, me ha acercado más a entender a aquellos “desarraigados” que no quieren volver a casa, porque no quieren enfrentarse a una realidad que ha acabado siendo para ellos, irreal.
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